un fragmento de algo que escribí hace tiempo
El sonido del mar nunca podrá borrarse de mi memoria... el susurro de las olas rompiendo en la playa, en esas arenas blancas y suaves, arenas de amor, arenas de dudas y celos... unas arenas ajenas a todo pero presentes en cada momento de mi vida... Unas arenas cargadas de recuerdos, arenas usadas para nuestro amor, cama de nuestras pasiones, sustento de nuestros idilios... unas arenas que ahora desgarran mi corazón y mi alma, que hacen brotar manantiales de lágrimas amargas de mis ojos... Unos ojos que ya no ven, que se van a cerrar para siempre, que nunca más volverán a ver un nuevo amanecer en esta triste playa, en esta playa de ensueño donde tantas promesas hicimos, promesas rotas, promesas olvidadas... ahogadas en cada ola, enterradas bajo cada montaña de arena... Promesas de futuros que nunca llegarían, promesas rotas por la realidad, por la vida misma que nos envolvía en hilos de Ariadna que en vez de ayudarnos a seguir vivos, nos ayudaban a distanciarnos más y más... Cada uno en un extremo, cada uno en un lugar... La distancia separando nuestros corazones... Y la arena, la arena blanca que acaricia mis pies, que me hace sangrar el alma... Una arena que un día fue nuestra aliada y que ahora se revuelve contra mí manteniendo vivo su recuerdo, haciendo llorar mi alma rota, mi alma sola, mi alma sin la suya... Una arena que será mejor olvidar, dejar enterrada junto a tantas cosas compartidas, junto a tantas cosas por vivir, junto a su recuerdo, a su cara, a sus labios, a sus ojos azabache, a su sonrisa, a su ser entero, su cuerpo tan besado, tan acariciado, tan distante y cercano a la vez...
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